domingo, 22 de mayo de 2011

Hugo Trinchero - Entrevista exclusiva de Iniciativa

“Hace falta que los jóvenes accedan a la formación profesional y política, con tres ejes: excelencia académica, pertinencia y compromiso latinoamericanista”

Iniciativa entrevistó en exclusiva al Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Dr. Hugo Trinchero. Antropólogo e investigador de larga trayectoria, en esta oportunidad le pedimos su opinión acerca de la Universidad y su vinculación con la política a nivel local y nacional. También analiza la cuestión de la hegemonía cultural y la relación de la izquierda con el peronismo, así como lo que se pone en juego en las próximas elecciones. Lea aquí la entrevista completa.

¿De qué forma se puede vincular la cuestión de la política nacional con la universidad en este año electoral?

El problema de la vinculación entre la universidad y la cuestión de la política nacional trasciende el año electoral. Primero hay que decir que las universidades son instituciones que tienen una dinámica propia y que responden a un modelo organizativo complejo que en general entra en conflicto con los gobiernos o con el estado. Eso no quiere decir que la autonomía sea un escollo en sí mismo (ya que es el fundamento del pensamiento crítico e independiente y siempre debe preservarse) sino que muchas veces su sentido tiende a extremarse.

De todas formas, teniendo en cuenta que el actual proyecto nacional viene avanzando también en la clase media, dado que hay una comprensión cada vez mayor de estos sectores sobre la necesidad de superar la herencia neoliberal, y esto también se expresa dentro de las universidades. La tarea fundamental es encontrar mecanismos y herramientas para que esa expresión, que se está produciendo adentro de la Universidad y que quiere hacer aportes no únicamente al interior de la misma, encuentre una salida institucional acorde. Al mismo tiempo, se trata de comprender el significado público de la Universidad. Es decir, que sus objetivos no son sólo aquellos de los de su comunidad sino de todos los ciudadanos.

En el caso de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, a modo de ejemplo, con la creación del Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción Comunitaria (CIDAC) pretendemos generar una herramienta para poner los distintos proyectos de investigación, extensión y docencia de la Facultad en sintonía con las demandas de la Ciudad de Buenos Aires, en particular aquellas que se expresan en ámbitos en donde encontramos las mayores urgencias. Un claro ejemplo es el hecho de que teniendo la ciudad de Buenos Aires un Producto Bruto similar a los ámbitos geográficos más desarrollados del planeta, encontramos amplios sectores con situaciones de precariedad inauditas en todos los órdenes (salud, vivienda, educación, saneamiento, transporte, contaminación, etc.). Con la pretensión de aportar, en lo posible, hacia la formulación e implementación de políticas innovadoras es que instalamos el CIDAC en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Barracas.

En relación al debate más profundo entre la vinculación de las universidades con la cuestión nacional -al que el CIDAC representa una especie de laboratorio de lo necesario- considero que Diputados y Senadores tienen que debatir y producir una nueva Ley de Educación Superior acorde a los nuevos paradigmas. En definitiva, se tiene que construir una agenda de trabajo con la Universidad, donde el Gobierno (en un sentido amplio) tenga sus cosas que decir.

¿Y en relación a la vinculación con el nivel local?

Creo que la UBA tiene que ser repensada en muchas formas. La UBA es la Universidad de la ciudad, en la que estudian más de 300.000 personas. Se podría decir que todo habitante de Buenos Aires tiene algún vínculo con una o más personas que concurren a ella. Sin embargo, la UBA sólo excepcionalmente ha aportado a la discusión de, por ejemplo, el del desarrollo urbano de la ciudad. Si se planificara de modo integral -algo mal visto por los representantes de las políticas neoliberales hegemónicas por mucho tiempo en este país- se debería poder pensar en descentralizar a la UBA a través de unidades académicas puestas en relación, entre otros temas, con un proyecto urbanístico. Nuestra universidad cuenta con una gran cantidad de metros de infraestructura que no tiene ningún tipo de conexión con el entorno ni con un determinado proyecto urbano. Es un problema que debe ser discutido. La propia Ciudad Universitaria de la UBA es un enclave. Desde mi punto de vista, y en esto creo coincidir con no pocos arquitectos de la propia UBA, debería incluso revisarse el concepto de Ciudad Universitaria.

En otros ámbitos, como las políticas de salud y de educación, también ocurren situaciones similares en la que la universidad podría hacer un aporte. Otro desafío adicional es comenzar a pensar la universidad desde el punto de vista metropolitano. La ciudad está articulada con el gran conglomerado urbano que la rodea y en ese sentido necesitamos generar mecanismos de articulación entre la UBA y las universidades del conurbano. Allí también tenemos un problema: mientras se crean nuevas universidades, la UBA sigue creando delegaciones del CBC. De la misma manera, hay universidades del conurbano que asientan posgrados en Capital ya que se considera que allí estaría la masa crítica pasible de acceder a esos cursos arancelados. Ambas situaciones implican una especie de competencia que es totalmente irracional, al menos desde el punto de vista de la política pública.

¿Qué opina respecto del actual debate sobre la cuestión de una nueva hegemonía cultural kirchnerista?

La cuestión de la hegemonía cultural es compleja y más profunda que una coyuntura política. Considero que, en términos históricos, en Argentina la hegemonía cultural la tenido el liberalismo conservador hoy denominado neoliberalismo. Así, nuestro Estado nacional se construyó cargado de golpes de estado y omnipresencia de la corporación militar, formó su genealogía de exclusión social, discriminación y genocidio, para sostener una estructura económica absolutamente inequitativa y orientada a necesidades externas donde, por ejemplo, el control de los medios de comunicación es una parte de ello: todo esto sigue siendo el núcleo duro de una hegemonía que es muy distinta a lo que expresa el kirchnerismo. En todo caso podemos decir que el kirchnerismo es una crítica y una política con intención contrahegemónica hacia aquel entramado, y el inicio de una voluntad política de transformación de esas estructuras de la dominación. Esto parece estar siendo cada vez más comprendido por muchas personas hartas de las consecuencias que nos dejaron las dictaduras y el neoliberalismo. Toda esa historia, la cual quedó más visible que nunca para todos en la profunda crisis de 2001-2002, se enfrenta a una nueva voluntad política. Esa historia tuvo momentos de reversión, que fueron muy puntuales: con Yrigoyen, con el gobierno de Perón, en la llamada primavera Cámpora-Perón del 73-74, algunos intentos del gobierno de Alfonsín y, ahora, con sendos gobiernos Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Creo que este proceso político está generando expectativas en la sociedad, que también está calando en la clase media, por lo cual esa hegemonía muestra síntomas de cierto resquebrajamiento, aunque en el marco de semejante historia de dominación, lo que estamos viviendo requiere de mucho más aliento aún. Lo que está ocurriendo ahora es que hay bastante consenso para transformar ese modelo heredado. Digamos, entonces, que la hegemonía no se construye o de-construye en o por un gobierno.

Con respecto a cierto auge actual de la militancia juvenil, ¿se puede relacionar esto con ocurrido en otras épocas? ¿Encuentra alguna relación histórica con el proceso de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires en los años 70?

Alguna recurrencia hay ya que la Universidad es un sistema tendiente a cierto aislamiento pero la gente que concurre a ella experimenta también lo que vive en su barrio, en su trabajo, en su familia, etc. En ese sentido, la Universidad no puede estar aislada por más que lo intenta, aunque sin conseguirlo nunca. Cuando se dan estos movimientos transformadores que tienen un auge y una eficacia política, al lograr que las masas (particularmente las clases medias) entren en sintonía con ellos, es entonces cuando la Universidad muestra síntomas de cambio. Así sucedió con la UNPBA, es decir cuando la Universidad de Buenos Aires estuvo en sintonía con el gobierno Nacional y Popular entre en el 73 y 74, aún en el marco de la crítica susceptible de hacerse por el carácter de intervención que tuvo su gobierno. Hablo de esos momentos en que los jóvenes se proponen participar en política, involucrarse con lo que está pasando y no ir sólo a la facultad a estudiar. Estimo que eso hoy esta ocurriendo en toda la sociedad. Hemos vivido por muchos años un descreimiento muy grande de la política en nuestro país, sobre todo por los fracasos de los gobiernos democráticos anteriores. Existía una idea de la política como dominada por una clase política burocrática que se juzgaba más heredera de las taras de la dictadura que formada por ciudadanos formados para el cambio necesario. Sin embargo el grito popular venció esa inercia. Y lo hizo porque encontró a un sector de la dirigencia política dispuesta, por trayectoria, a escuchar ese grito y a tomarlo no como una patología sino como una demanda legítima. En definitiva, es importante remarcar todo esto, en el sentido de que la participación de los jóvenes en política es vital en un proceso de transformación económica, política y cultural. Fue vital en los setenta, aunque las consecuencias fueron nefastas por la dictadura, y ahora también lo es para sostener el proyecto iniciado y para evitar una nueva dictadura o cualquier amague posible hacia ella, no sólo en el país sino en la región.

La Facultad de Filosofía y Letras ha sido siempre un gran laboratorio de debate y discusión político-ideológica. ¿Qué tipo de relación es posible plantear, en este contexto, entre la tradición de las izquierdas y el peronismo?

Es un tema también espinoso, porque en los 70 lo que hubo fue la emergencia de una historia de resistencia peronista, que interpelaba a las izquierdas, sobre todo por la participación de un sector importante de estas en la Revolución fusiladora del ´55. Todo ese debate logró consolidarse en los 70: la izquierda se incluyó en el peronismo, así como el propio peronismo en el primer gobierno del General Perón tomó mucho la izquierda sindical y popular de aquella época.

Lo que sucede ahora es la eventualidad de cierta desorientación de sectores de la izquierda, en el sentido de que sus militantes venían trabajando fuertemente con las organizaciones sociales, entusiasmados con la consigna “Que se vayan todos”, de un notable impacto en la clase media. Era la idea de política sin políticos, del “vamos a auto-organizarnos sin los políticos” que prendió en muchos movimientos sociales. Y cierta “izquierda divina” creyó que ahí estaba la fórmula del proceso transformador. Con el kirchnerismo, cuyos principales referentes provienen de otra experiencia política, setentista específicamente, el esfuerzo de recuperar tanto la política como el propio Estado y de incorporar a los movimientos para hacerlos partícipes de la construcción de un nuevo proyecto los descolocó. Tal vez por ello les cueste entrar en sintonía con las políticas transformadoras que se vienen impulsando, porque justamente esta historia es distinta a aquel proceso de decantación que se dio en 2001, que se transformó en un gran movimiento social. Un movimiento de la sociedad que estuvo en contrapunto con la crisis institucional desatada con la renuncia de De la Rúa. Lo novedoso y disruptivo de lo sucedido a posteriori fue la paulatina recuperación de una dirigencia que de la mano del liderazgo de Néstor Kirchner entró en sintonía con las demandas que surgían de ese movimiento social.

¿Qué nos puede comentar respecto a su gestión en la Facultad de Filosofía y Letras?

En un principio me entusiasmé porque estaba frente a una oportunidad de trascender la propia práctica académica y de investigación y asumir el desafío de gestionar y aportar a la conducción la Facultad donde uno trabaja cotidianamente en un momento de crisis de gestión institucional. Hemos realizado muchas cosas, que están en todos nuestros informes, muchas con implicancias estructurales (mejoras edilicias postergadas por décadas, mas investigación, mas oferta académica, mas concursos, reglamentos mas adecuados a la realidad actual, etc.) incluyendo el intento de transformar ciertas prácticas liberales tradicionales de nuestra academia. Algo que me parece muy importante es lo que hicimos con el Centro Cultural Paco Urondo, donde se generó, y se sigue generando, una movida cultural muy interesante, con el CIDAC también. No obstante falta y siempre faltará mucho por hacer y ello no deja de ser un tanto angustioso. Por otra parte, desde una facultad uno tiene una limitación, porque la Universidad es una unidad en lo diverso, y creemos que si bien en la UBA también se han dado algunos cambios, en algunos casos no están en la misma dirección de la que nosotros pretendemos. Ahí encontramos siempre un cierto límite. Me parece que hace falta más interacción con una política universitaria que tome a la UBA entre sus prioridades y que la UBA pueda recibir críticamente propuestas respecto a su diseño organizativo, pero participando activamente en la transformación nacional. Yo creo que está bien sostener la UBA como una institución básica de la sociedad del conocimiento aunque para ello es importante poner la producción del conocimiento en sintonía con el cambio social, y creo que si se llega a transformar el gobierno de la CABA, la UBA debería encontrar un campo muy fructífero para desarrollarse en todas sus dimensiones.

¿Es posible imaginar un nuevo proyecto de universidad en relación con el proceso de integración que viene produciéndose en América Latina?

Las universidades también tienen que hacer un esfuerzo para repensarse en función de las transformaciones en América Latina porque si uno analiza los nuevos gobiernos reformadores, los nuevos liderazgos que aparecieron en América Latina, vemos que han tenido resistencias desde las propias Universidades. Lo observamos en Bolivia, Ecuador, Venezuela, que motivaron distintas respuestas. Desde mi punto de vista habría que tener una agenda común UNASUR, para producir una universidad de la UNASUR, pero una universidad de otro orden, con una agenda en la cual se fijen prioridades y, en función de esas prioridades de transformación latinoamericanista, se construya un nuevo modelo de Universidad. Porque pensar en transformar las universidades preexistentes para atender las necesidades del nuevo paradigma es una tarea no sólo dificultosa ya que las urgencias son inmediatas, sino tal vez innecesaria. Pienso que la agenda propia de la Universidad, me parece, no debe restringirse a crear una nueva Universidad por mas auspicioso que ello sea, sino que debe incluir el aprovechamiento de los mejores recursos que tienen las universidades para una agenda política-académica nueva. Entonces, me parece que debe tratarse de una Universidad de redes, donde puedan crearse distintas carreras, proyectos de formación profesional en función de necesidades y capacidades en principio disponibles. Desde mi punto de vista una política infructuosa seria forzar las autonomías universitarias en función de dicha necesidad. No creo que sea necesario, se trata de convocar a una participación de intelectuales, académicos y científicos que hoy están en las mejores universidades, a un proyecto que cada día está más demandado por ellos mismos pero que no encuentran los canales institucionales para hacerlo. Articulando ello con experiencias de gestión en los distintos ámbitos estatales y no-estatales. Lo que, según mi opinión, hace falta para con los jóvenes es que accedan a la formación profesional y política, con tres ejes: excelencia académica, pertinencia y compromiso latinoamericanista. En las universidades podemos encontrar laboratorios, cátedras, institutos, departamentos, etc. que quieren involucrarse, pero no lo logran porque la Universidad tiene su propia actividad, que viene dada por una serie de dispositivos de compleja explicación. Si se construye esa agenda, se genera esta red y crea algún tipo de incentivo para los profesores, investigadores, para insertarse en ese modelo, entonces la propuesta se hace factible. Porque no es necesario producir un gran cuerpo docente sino básicamente, aunque con voluntad política, poner en sintonía la capacidad existente en las universidades públicas de la región con una agenda de necesidades a corto mediano y largo plazo incentivando la productividad hacia dicho horizonte. Así como se generan políticas que tienden a incentivar la producción científica, pueden diseñarse políticas específicas que incentiven la participación en una propuesta como esta. Me parece muy importante remarcar que existe la necesidad de que se genere un programa universitario de la UNASUR, que tenga en cuenta la formación regional, que tome los mejores recursos de cada país y se organice en función de las áreas propias de vacancia.

Fuente: http://espacioiniciativa.com.ar/?p=2766