miércoles, 31 de agosto de 2011

Nota en Sur Capitalino - medio local

Cuando en abril de este año inauguraron el edifi cio no lo podían creer. Dos años antes, el lugar era un descampado con unos yuyos que superaban la altura de cualquier visitante. Lo único que podía verse allí era un inmenso galpón de chapas, con más de un siglo de existencia, cuando en el país comenzaban a construirse las redes ferroviarias y en el sur de la ciudad vivían las familias obreras. Allí, en ese predio de dos hectáreas ubicado en Lafayatte y Suárez, muy cerca de la Estación Buenos Aires, funciona el Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción Comunitaria, el CIDAC. Se trata de una iniciativa de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA que busca articular programas sociales con la comunidad, con la participación de docentes, no docentes, estudiantes y graduados junto a vecinos y organizaciones barriales.
Aunque el CIDAC funciona desde el 2008, la sede del centro social se comenzó a construir a mediados de 2010 cuando un grupo de doce desocupados -7 mujeres y 5 hombres- aprendieron albañilería construyendo el edifi cio. “Acá no había nada, era un descampado”, se asombran los vecinos de la villa 21-24 y de la 26 al recordar el proceso que vivieron en estos años. “Bueno, sí había algo: ¡yuyos! Y doce personas, nosotros, limpiando el terreno. Todo lo que hoy se ve, desde los cimientos, lo hicimos con nuestras manos”, cuentan orgullosos. Manuel Vásquez, el arquitecto que los capacitó, subraya: “Esta es la manera ideal de formar y formarse en la construcción, tomando desde el principio los cuidados y las recomendaciones para hacerlo con efi ciencia y seguridad. Es el aprendizaje más fácil y más permanente”.
Al finalizar la iniciativa y luego de una evaluación realizada por la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), cada participante obtuvo la acreditación como auxiliar albañil.
Mientras colocaban los primeros ladrillos, e incluso en los dos años anteriores, el CIDAC realizó seminarios como el de Formación en Salud Colectiva y Promoción de la Salud, junto con el cual se llevó adelante un diagnóstico en torno a la situación de salud en el barrio. También se realizaron talleres participativos en escuelas secundarias y primarias de la zona, y jornadas culturales como la que culminó con el mural colectivo que hoy da la bienvenida al centro comunitario. La difusión de la Ley Nacional de Migraciones, la tramitación del DNI argentino para niños, niñas y adolescentes nacidos en países latinoamericanos, fueron otros puntos de trabajo.
Hacia delante, los sueños no faltan: planean construir en el mismo predio un Instituto de Formación Profesional - que se complemente con los que existen en la zona- donde se brinden talleres, como herraría artística, pensando en futuras posibilidades laborales. Otra iniciativa que se proponen es poder vincular el campus virtual de la facultad con un proyecto de software libre, que posibilite tener internet gratis a los vecinos que vivan en un radio de 10 cuadras alrededor del CIDAC.
En el CIDAC, también hay planes deportivos. Quieren construir una cancha de fútbol para 11, unas canchitas de fútbol para 5, voley y basquet, y un espacio verde con mesas y parrillas para la recreación familiar y vecinal. Y los sueños no tienen techo. En el ex galpón ferroviario, imaginan un centro cultural, con un anfi teatro, un microcine y salas para realizar talleres de serigrafía y escultura. En el medio, separando el espacio cultural del educativo, se proponen trazar la calle de los 30.000, un lugar que sea sede, además, de todas las iniciativas vinculadas con la preservación de la memoria histórica.
“La realidad es indisciplinada”, remarca Juan Pablo Cervera Novo, quien al igual que Ivana Pettz forma parte del CIDAC como antropólogo egresado de la UBA. Ivana es subsecretaria de extensión y la encargada de la coordinación general del centro. Juan Pablo organiza los equipos de universitarios y vecinos que trabajan en la zona con las problemáticas que va presentando la realidad. Educación y niñez, salud y población, economía social, arte y sociedad, y salud mental comunitaria, son algunas de las áreas que abordan.
Ambos subrayan que es muy importante que este tipo de proyectos se sostengan y se multipliquen, ya que la “extensión universitaria” (término que no les gusta, pero que se usa para designar los vínculos de las universidades con el resto de la sociedad) puede realizar un doble aporte. Por un lado, hacia adentro de las facultades, modifi cando la mirada autocentrada que muchas veces se tiene en las distintas carreras, planteando nuevos desafíos a cada una de las disciplinas, tanto en la docencia (qué, cómo, para qué se enseña) como en la investigación.
Por otro lado, hacia afuera de las casas de estudios, contribuyendo a crear otro modelo de gestión de las políticas sociales, participativo, involucrando al Estado, la Universidad y la comunidad. Así, la extensión (articulación, prefi eren decir) puede ayudar a repensar las formas y los contenidos de la producción actual de conocimiento, vinculándolo con las necesidades y deseos de los sectores más desfavorecidos de la población.
Como bien explicó el decano de la Filosofía, Hugo Trinchero, durante la inauguración del edificio: “Sabemos que formar parte de la universidad pública es ocupar un lugar privilegiado, pero también implica una gran obligación. Tenemos que reinventar las formas de conocer, y vaya si hemos perdido desarrollo científico y tecnológico por dejar de trabajar con los sectores populares. No estamos llegando al sur para traer un conocimiento: venimos a aprender y a compartir ese conocimiento”.

Fuente: http://www.surcapitalino.com.ar/